Coffee With Friends.
Tres amigas, tres escritoras, una novela.
miércoles, 25 de enero de 2012
Capítulo 3: Una nueva realidad
viernes, 30 de diciembre de 2011
Capítulo 1: Reinicio.
—Unos minutos más, después de todo te vamos a dejar o acompañamos a tu casa, no creo que sea problema —sugirió la chica de ojos grises con una sonrisa después de un pequeño puchero al ver la hora.
—Si, apoyo eso, no quiero que nos marchemos aún —secundó Payton mirando de forma en que los ojos le brillaban a la más pequeña del grupo en edad, mas no en madurez.
—Está bien —sonrió divertida y convencida la joven Redbird, qué serían 5 minutos más después de todo.
En esos instantes un corte de luz ocasionó desordenes y gritos en el lugar, vidrios estallaban fuertemente, junto con otros caos que provenían por culpa de un individuo dentro local que empujaba muebles en la oscuridad.
Las tres chicas se mantenían unidas por sus brazos calmándose entre ellas.
Cerca de ellas sin pasar mucho rato pudieron escuchar un tipo que asaltaba la caja registradora del lugar. Más acostumbradas a la oscuridad, una de las chicas, Payton, la que sabía luchar, se acercó tratando de evitar la situación con una patada.
—Creo que no, cariño, mejor que no te hagas la heroína —amenazó sujetando su pierna y apuntándola con su pistola, el miedo la congeló parcialmente en medio de los recuerdos que le venían de su infancia.
—¡Déjala! —chilló la joven Redbird, no muy lejos de ahí junto a su amiga.
El asaltante enfocó su mirada en las otras chicas, la luz se prendió al poco rato y al poder deslumbrarlas bien, silbó, haciendo que con pocos segundos de desfase llegaran dos compañeros que sujetaron a las damas de las muñecas.
—¡Suéltenme! —forcejeó Cheryl al igual que Greis a su lado.
—Con esto está bien para pagar las deudas y un poco más, junto con salir —mencionó el que parecía ser él manda más ignorando las peticiones de las chicas.
Tenían miedo, estaban armados y de entre todos las tomaron a ellas de rehenes. Si tan solo no se hubieran quedado más rato por petición suya, pensaba la joven Wright. O quizás si no los hubiera enfrentado, pensaba la joven Roberts. Como también actuar y no sólo hablar, pensaba la joven Redbird. Pero nada de eso no importaba, las tenían consigo sin saber si las liberaría o posiblemente algo peor que no quisieron imaginar.
Caminaron por la puerta trasera para no encontrarse con oficiales que no tardarían en llamar.
—Suban al auto —ordenó otro de los tipos.
—Déjennos ir, tienen su botín —pidió Payton.
—Exacto, pero necesitamos rehenes y qué mejor que la hija del señor Wright —respondió uno mirando a la chica de ojos grises y tomándola de la barbilla.
Greis tenia miedo y las piernas le flaqueaban, al igual que sus ojos se cristalizaban un poco. No creía que la reconocerían con toda esa conmoción, todo ese embrollo ahora era su problema y su culpa, su pecho se oprimió.
—Quítale tus asquerosas manos —escupió la joven Roberts, tenaz como siempre.
Él manda más la miró con rabia.
—Cállala, Ethan —señaló con la pistola. Y siguiendo dicha orden, le taparon la boca con una mordaza.
Al poco tiempo, las otras dos chicas también se encontraban amordazas y una vez en el furgón con los ojos vendados también. El trío de chicas solo se tomaba las manos, al menos si morían -aunque les asustaba la idea de pensar eso- lo harían juntas, sin importar de quien fuera la culpa de la situación.
En súbito momento de no saber nada de donde estas y sentir como abren la puerta del automóvil, apretaron sus manos para luego soltarse. Las tomaron cuales bultos a pesar de tratar de evitarlo un poco, sentándolas en unas sillas terminando de amarrar bien sus manos y piernas.
No sabían si ya llevan minutos u horas, deducían que no había amanecido por las luces aún prendidas casi sobre sus cabezas, pero tampoco sabían con certeza si estaban en un cuarto o un sótano. Angustia y más angustia las envolvía cada instante, el ardor en sus muñecas y tobillos se así más insoportable a cada segundo, sus concentraciones también se ubicaban en el respirar de forma correcta sin poder si quiera tratar de conciliar un sueño que al menos les quitara la angustia y pensar que todo era pesadilla.
A lo lejos podía escuchar murmullos, palabra entre cortadas de sus secuestradores debido al cansancio mental y físico de la situación, que apenas las dejaban tener un idea de lo que hablaban. Luego de un buen rato escucharon pasos que se dirigían, por la cercanía del sonido, a ellas.
Una de las chicas empezó a saltar con fuerza, como si estuviera desesperada, molesta, asustando y alertando al mismo tiempo a las otras dos.
—Tranquilízate, cariño, no sacas nada con hacerte daño forcejeando, no cambiará nada —sonrió con maldad el causante de todo aquello en el mismo tono que la ocasión anterior con la caja registradora.
La afectada era Payton Roberts, a la cual el tipo le estaba pasando la mano por los muslos con intenciones perversas.
Las quejas, palabras y el silencio de todo ese lugar se oyó, para las chicas, interrumpido, al igual como había ocurrido hace pocas horas en la cafetería. El sonido de un vidrio roto se hizo presente, palabras sueltas a lo lejos dando entender que tomasen las armas rápido. Disparos, disparos y más eco de esos disparos rezumbaban al punto de hacerlas algo habitual en ese instante, el miedo aumentó su presencia en sus cuerpos, al igual que parte de la adrenalina de escuchar todo estando a la deriva de un accidente que simplemente podría cortarles la vida.
Para suerte, o parte de ella todas botaron sus sillas frente al miedo cayendo de cara al piso algo lejanos a los trozos de vidrios. En la desesperación de no poder hacer más, simplemente se quedaron ahí reprimiendo sus gritos en las mordazas durante mucho tiempo hasta que de un minuto o segundo a otro pareciera todo haber cesado, no más disparos ni estallidos de vidrio, no más maldiciones provenientes de sus secuestradores, no más puertas ni muebles cayendo con brusquedad al piso.
Sólo silencio.
Los vidrios quebrados sonaban a los minutos siguientes debido a pisadas sobre ellos. Sin saber de quién podría tratarse ni poder distinguirlo, solo se mantuvieron quietas esperando que fuera un policía o un rescate, cualquier cosa que las sacara de ahí. Parecía ser una persona debido al sonido que emitía a cada paso, una vez cerca de los rehenes, la más cercana a su lado Greis Wright, se hincó poniendo sus dedos en el cuello.
—Tiene pulso, aparentemente tampoco sangra, al igual que las otras dos —susurró para si una voz masculina de un tono neutral pero también un deje de alivio al final de la frase.
Antes de que pudieran tratar de hablar notando por el sonido de sus voz que no eran los secuestradores, entró más gente las levantó sacándolas de las sillas y se las llevó. De un principio pataleando y tratando de gritar. Y es que eso era inaudito, pasar de un secuestro a otro era mucho en todos los sentidos.
Rápidamente en un automóvil, distinguido por el movimiento, ahora más tranquilas, les soltaron la venda de los ojos y la mordaza. La luz la cegó unos instantes pero al volverlos a abrir pudieron volver a la normalidad.
La piel se les congeló, tenían a tres tipos de nuevo, distintos a los anteriores apuntándolas con una pistola.
—Necesito que guarden silencio y no griten, las acabamos de rescatar de esos tipos —mencionó uno de los que parecía ser el menor del grupo con la misma voz de antes.
—Si viniste a rescatarnos ¿por qué demonios nos amenazas con una pistola, nos llevas en un auto y no nos liberas manos y piernas? —respondió con ironía y rabia la joven Redbird mirándolo a los ojos sin hacer notar su miedo.
El chico miró a sus compañeros y suspiró para devolver la mirada con sus ojos avellanados.
—Tendrán que pagar el rescate, no somos policías como podrán notar —mencionó serio—. Somos de la mafia —agregó sin dar mayor información.
“¡¿Qué?! ¡¿La mafia?!” pensaban las tres chicas inmovilizadas por completo. No lo entendían ¿Por qué las habían salvado? ¿quién –si es que así hubiera sido- se lo habría pedido? ¿pagarles? ¿cómo harían eso? Y si se reusaban ¿cuáles serían las consecuencias?
Al igual que antes sólo estaban seguras de una cosa, estarían juntas apoyándose hasta el final.
viernes, 21 de octubre de 2011
Un día en la vida de la extraña Greis Wright.
Era tarde, muy tarde. La posición del sol determinaba claramente que eran aproximadamente las 1.35 de la tarde y ella lo sabía. Para su suerte, esa mañana no tenía clases, ni talleres, mucho menos trabajo; era su día de descanso.
De la nada de forma estrepitosa despertó gracias a un fuerte sonido, era la puerta. Como era su costumbre en las mañanas, se levantó con la mayor pereza que podía denotar; sus cabellos castaños a leonados, sus ojos grises a medio abrir, su sexy piyama morado de tipo vestido de tirantes a medio caer por sus hombros, todo acompañado con varios, grandes y largos bostezos fueron las pintas con las que abrió dicha puerta.
—¿Si? —preguntó sin poder enfocar aún quien era el tocaba.
—Eh…si hubiera sabido que iba a despertarte paso más tarde —respondió la voz masculina tras la puerta.
—Ya lo hiciste, además es algo tarde. Dime —sonrió refregando su ojo pudiendo mirar esta vez al aludido.
—Quería preguntarte, mejor dicho ofrecerte… —comenzó para ser interrumpido abruptamente por un estruendoso sonido musical.
Los ojos de Greis se abrieron de golpe, conocía ese sonido, era el ringtone de su celular, uno personalizado. Torpemente cerró la puerta sin dejar pasar a su invitado y busco el celular por toda la casa para tomarlo finalmente, era sólo un mensaje.
“Hola Cariño ¿cómo amaneciste hoy? Espero que bien. Recuerda… hoy a las 16.00 donde siempre.
Te estaré esperando, no soporto más… cuanto extraño tus ojos… tus labios, ya quiero volver a sentir tu cuerpo… Te amo P.R.”
Rió con estupidez, Payton, como siempre. Al menos esta vez recordó que la chica ese día se levantaría pasada la mañana a diferencia de otras.
Era tan olvidadiza, se encontraba tan agotada que había olvidado la junta con sus mejores amigas: Cheryl & Payton. Como les era habitual, hace ya un tiempo, se verían en Starbucks para tomar un café, al igual de como sucedió el día que se conocieron y se hicieron tan cercanas.
La pequeña, pero no por eso inmadura, Cheryl era la única que falta para que –luego de convencer a Payton- posiblemente pudiesen convivir las tres en un mismo apartamento o hasta una casa. Pero aún tenían que esperar que la chica de cabellos cobrizos a la luz terminara su último año para eso, ya que la madurez, decisión y todo lo que hiciera falta, la tenía mucho más que las otras dos amigas.
<< Oh, shit >> bufó recordando que había cerrado la puerta al chico, tomó el celular y volvió.
—Lo siento, lo siento, lo siento, fue un impulso e importante que contestara, lo siento —habló con desesperación abriendo la puerta y con notoria vergüenza.
—No importa. Será mejor que me vaya, perdón por molestarte —respondió el joven despidiéndose dejando a Greis confundida sin entender nada y con una sensación de culpa.
Lo hubiera detenido de no ser que se encontraba aún algo adormilada y con sus reflejos más lentos de lo normal.
Una vez sacando es tema de su mente decidió meterse a la ducha para relajarse y despertar.
Su casa no era pequeña, porque sí, era una casa, alejada de la ciudad, auspiciada por el dinero de sus padres y herencia de sus abuelos. De un solo piso, con 3 dormitorios, cocina americana, living comedor, una oficina y un jardín. Bastante grande para ella sola pero teniendo todo lo que quisiera a su disposición en caso de necesidad. No le gustaba abusar del dinero de sus padres, no le gustaban sus muestras de cariño materiales, pero hasta que no terminara sus estudios y pudiera encontrar un trabajo excelentemente pagado, no podría mantener esa casa tan hermosa ella sola.
Nadie podría pensar que alguien como ella, por su forma de ser, estuviera estudiando y perfeccionándose en informática cuando, notoriamente, su pasión era el arte en todas formas. Era cosa de solo darle una vuelta a su casa, llena de vinilos por las murallas, pinturas de autografía propia, murales pintados por dentro y por fuera, entre otras cosas.
Luego de salir de la ducha empezó a buscar en su closet algo que le acomodara. Finalmente por el calor de aquel inicio de verano, se decidió por un shorts de Jeans, deshilachados de fábrica, junto con una camiseta de mangas cortas de tono rojo sangre que decía “Read my lips” en negro con una tipografía irregular. Su cabello lo dejó estar quedando de forma armoniosa.
Miró la hora, 2.45. Tenía tiempo de sobra. Tomó sus audífonos, su celular, su compañera mochila con algunas cosas con las que siempre salía, descolgó sus llaves y atravesó la puerta en caminándose a su destino cantando armoniosamente al ritmo de su música.
Cada canción la hacía sentir cosas distintas pro todo su cuerpo, metiéndose en la letra, en la melodía, recordando miles de sucesos, situaciones del pasado tristes y felices. Meditando en sus actos, que pasaría si su vida diera más vueltas de la cada al cierre de cada etapa, con cada decisión, con cada persona nueva en mi vida. Ensimismada en sus pensamientos, sumada a su distracción por esencia. Al llegar, como siempre, unos minutos antes de la llegada de sus compañeras se sentó ordenando un Frapuccino JavaChip pequeño.
Mientras esperaba el café haciendo dibujos en la servilleta. No percibió que se encontraba en aquel mismo lugar una persona, una que la llevaba tras de ella hace unas cuadras. Alguien que realizaría nuevamente lo que pensaba en su camino y no sólo a ella.
—Frapuccino JavaChip para Greis —escuchó que llamaban retirando dicho líquido.
Estaba más amargo que de costumbre.